L'aura en mis deseos


L'aura en mis deseos


Lima, 2010

He disfrutado del feroz orgasmo que resulta de la espantosa combinación entre tu sexo y mi sexo. Parpadeo aún por el terremoto que desató un beso apresurado y una caricia dada en el peor momento, en el segundo donde tu sensibilidad iba a explotar sobre mi cuerpo. Te oí gemir entre mi cuello y tu pecho, ahogándote en gritos mientras me mordías como podías. Luego hicimos el amor como todos los humanos y luego: nada. Te vestiste tal vez más rápido de lo que te desnudé. Cambiaste una mirada cansada, agitada y romántica, por la frialdad de unos ojos grises que no quieren verme más; sin embargo, no es la primera vez que caen sobre mi mirada, se cierran y dejan que mi piel les mienta de la forma más deliciosa. Un nunca más y un portazo. Yo enciendo un cigarrillo, lo beso y termina en el fondo de mi copa, con las últimas gotas del ron más barato que puedo tomar. Me toco entre las piernas hasta deshacerme de todo el placer moribundo, ato tu nombre a una historia y escribo lo más rápido que puedo sobre este encuentro, nuestro último encuentro, para ti; uno más para mí. Seguro sales de mi casa maldiciendo tu sexo, tus senos y tus labios. Mil veces dijiste no mientras me volvías a besar, otras cuantas trataste de zafarte de mí; pero solo era el preludio a otra forma de hacer el amor. Aún me pregunto si sabes que me gusta que me arañen la espalda o piensas que así me haces daño, pero es exquisito aún sentir, luego de los pocos segundos que dura la felicidad eyacular, el ardiente sabor de tus garras afiladas. Luego me empujas hacia abajo tratando de que te tome con mayor fuerza, pero lo único que logras es que bese bajo tu vientre y me empujes más hacia ti jaloneándome el pelo, y eso logras por tratar de alejarte a empujones de mí. Sé que llamarás más tarde prometiéndote a ti misma nunca más enredarte en mí hasta tu matrimonio con quien sabe que novato inexperto de tu cuerpo; que dejarás que pase el tiempo hace esta que tu sexo vuelva a ser el de antes de conocerme y llorarás en la iglesia porque Dios te perdone el pecado. Pero créeme, Laura, tu sexo no será el de antes, mucho menos si sigues jugando con el mientras recuerdas mis embestidas. No te engañes, usar ese rosario sólo excita más tus pechos; no me aleja, como tú crees al llamarme “demonio”, solo me encanta apretarlo contra tu cuello y dejar que pierdas la respiración un poco mientras me agito tras de ti. Qué le dirás a tu madre esta noche, cuando recoja tu ropa interior del baño y vea que lleva manchas de mí. Qué le dirás a tu padre cuando tu madre le cuente sobre tus operaciones sexuales con el escritorcito que habla de seducción mientras cenan  la única vez que me llevaste a conocerlos. Les contarás que mientras todos agradecían la comida con los ojos cerrados, él  hurgaba entre la falda y se adueñaba de la hendidura que   se dibujaba en tu infantil ropa interior. Podrás decirles que ahora conoces el milagroso poder de las pastillas que tomas por el simple hecho de que prefieres sentirme sin algo que te impida conocer mi tibies interior en tu sexo. Qué pasará con todas las veces que reímos mirándonos a los ojos tras la intensidad del fin de tanta agitación. Qué me darás luego de que leas esta carta y tu mente te haya hecho revivir en carne viva todo lo que nos amamos y quieras hacerlo una última vez más; y esta vez sí la última, por Diosito.

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